Junts rompe con Sánchez y dinamita la estabilidad del Gobierno
Después de semanas de tensión y rumores, Carles Puigdemont lo ha hecho oficial: Junts per Catalunya rompe con el Gobierno de Pedro Sánchez y pasa a la oposición. La decisión se tomó tras tres horas de reunión en Francia, y marca un antes y un después en la legislatura.
Puigdemont, visiblemente molesto, aseguró que “no estamos dispuestos a seguir ayudando a un Gobierno que no ayuda a Cataluña”, acusando al PSOE de incumplir los acuerdos firmados en Bruselas durante la negociación de la investidura. En otras palabras: se acabó el apoyo gratis.

Las promesas incumplidas que rompieron la cuerda
El expresident considera que Moncloa no ha cumplido en cuestiones clave:
- la oficialidad del catalán en la Unión Europea,
- la cesión de competencias migratorias,
- y la aplicación real de la amnistía a los políticos independentistas procesados.
Según Puigdemont, algunas medidas se han puesto en marcha, pero no las suficientes como para justificar seguir sosteniendo al Ejecutivo. “No es suficiente”, dijo tajante.
Detrás de ese mensaje hay un cálculo político evidente: Junts busca recuperar protagonismo frente a la subida de Aliança Catalana, la formación de ultraderecha independentista que está creciendo en las encuestas y amenaza con quedarse con parte de su electorado.
El Gobierno intenta restar importancia
Desde Moncloa, la reacción fue de calma calculada.
El discurso oficial es que “nada cambia”, y que el Ejecutivo seguirá negociando votación a votación cada iniciativa que se lleve al Congreso.
Fuentes del Gobierno aseguran además que “ya están cumpliendo lo pactado”, recordando las gestiones con Alemania para lograr la oficialidad del catalán en las instituciones europeas. Pero puertas adentro, hay preocupación: esta ruptura llega justo cuando se negocian los nuevos presupuestos generales, lo que podría ponerlos en serio peligro.
El PSOE, sin mayoría absoluta, depende de cada voto para mantener la legislatura viva.
Y la salida de Junts convierte cada sesión parlamentaria en un campo minado.
El mensaje envenenado de Moncloa a Puigdemont
En privado, desde el entorno de Sánchez han lanzado un dardo:
“Junts tendrá que decidir qué España quiere, si la de la convivencia o la del bloqueo con PP y Vox.”
Es una forma elegante de decir que si Puigdemont se aleja, le estará haciendo el juego a la derecha.
Una acusación que Junts rechaza de plano, argumentando que el Gobierno socialista ya ha demostrado que “no cumple su palabra”.
En los próximos días se espera que la militancia de Junts ratifique formalmente la ruptura en una consulta interna, lo que sellará definitivamente el divorcio.
Cataluña, el tablero que vuelve a girar
La decisión llega en uno de los momentos más frágiles para el independentismo catalán.
Ni ERC gobierna con estabilidad en la Generalitat, ni Junts controla las grandes ciudades, incluida Barcelona.
El espacio posconvergente busca rearmarse políticamente y volver a presentarse ante los votantes como la voz firme del soberanismo, en contraste con la postura más pragmática de Esquerra.
Con esta jugada, Puigdemont recupera protagonismo mediático, vuelve a marcar la agenda y obliga al Gobierno español a moverse en terreno incómodo.
Un equilibrio roto que pone la legislatura en jaque
Esta ruptura no solo complica los presupuestos: pone en duda toda la legislatura.
El PSOE podría intentar amarrar el apoyo puntual de otros grupos, como el PNV o Coalición Canaria, pero la aritmética se estrecha.
Y aunque en Moncloa insisten en que “esto no es nada nuevo”, lo cierto es que la relación con Junts nunca había llegado a este punto de distanciamiento formal.
Sánchez enfrenta ahora una tormenta política en tres frentes:
- los independentistas descontentos,
- una oposición que exige elecciones anticipadas,
- y un electorado que empieza a preguntarse cuánto puede durar este equilibrio inestable.
El pacto que se desangró por desgaste
Lo que empezó como un acuerdo histórico en Bruselas ha terminado en ruptura pública.
Y, más allá de los discursos, lo que queda claro es que Junts ha dejado de ser el salvavidas del Gobierno.
A partir de ahora, cada votación será una batalla.
Y mientras Moncloa intenta aparentar serenidad, Puigdemont vuelve a mover las piezas del tablero, demostrando que su influencia sigue viva… incluso desde el exilio.
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