Rusia lanza su misil nuclear “Burevestnik” y reabre la carrera armamentística

Cuando el Kremlin anunció que había probado con éxito un misil nuclear de propulsión nuclear y alcance ilimitado, el mundo volvió a contener la respiración.
Su nombre es Burevestnik, y en ruso significa “pájaro de tormenta”. Un nombre tan poético como inquietante para un proyectil capaz de volar 15 horas ininterrumpidas y recorrer más de 14.000 kilómetros, según Moscú.

La noticia cayó como una bomba diplomática —nunca mejor dicho— porque reabre un capítulo que el planeta creía cerrado: la carrera por las armas nucleares estratégicas.

Rusia prueba un misil nuclear con alcance “ilimitado”

Un misil que desafía las leyes del miedo

El Burevestnik es un misil de crucero impulsado por energía nuclear.
En teoría, podría mantenerse en el aire durante días, esquivar radares y golpear cualquier punto del planeta sin previo aviso.
El Kremlin lo presenta como una “garantía de seguridad nacional”, pero para muchos expertos es justo lo contrario: un recordatorio de que el equilibrio nuclear sigue siendo tan frágil como siempre.

El portavoz del Gobierno ruso, Dmitri Peskov, lo explicó con la serenidad habitual del Kremlin:

“Garantizar nuestra seguridad es crucial, especialmente ante el militarismo de Europa.”

Pero ese mensaje, lejos de tranquilizar, encendió todas las alarmas en Washington y Bruselas.


El mensaje político detrás del misil

Este lanzamiento no es solo una demostración militar, sino un gesto de poder político.
Rusia busca dejar claro que, pese a las sanciones y el desgaste de la guerra en Ucrania, sigue siendo una potencia que no acepta presiones.
Putin lo sabe: la disuasión nuclear es uno de los pocos terrenos donde Moscú aún puede mirar de frente a Estados Unidos.

Y el momento no es casual.
El test llega justo antes de una semana diplomática intensa en Asia, donde Donald Trump se prepara para reunirse con Xi Jinping.
Un recordatorio de Putin a todos: Rusia sigue en el tablero, y nadie debería olvidarlo.


La respuesta de Estados Unidos: “Terminen la guerra, no lancen misiles”

Desde Washington, el tono fue de reproche más que de sorpresa.
Trump, fiel a su estilo, lo resumió en una frase directa:

“Mejor que se centren en acabar la guerra y dejen de probar misiles.”

El comentario, aparentemente improvisado, tiene detrás una doble intención: marcar distancia y presentarse como el líder sensato ante un Putin cada vez más imprevisible.
Sin embargo, el Pentágono sigue de cerca el desarrollo del Burevestnik y teme que Rusia esté violando los límites no escritos de los antiguos tratados nucleares, como el INF, que Estados Unidos abandonó en 2019.


El nuevo eje Moscú–Pyongyang

Por si el mensaje no era lo bastante claro, Putin aprovechó la jornada para recibir en Moscú a la ministra de Exteriores de Corea del Norte.
Un gesto calculado: ambos países firmaron recientemente un acuerdo de “asociación estratégica”, con una cláusula de defensa mutua incluida.

Es decir, si uno es atacado, el otro responderá.
En un mundo donde el equilibrio nuclear pende de un hilo, este tipo de alianzas devuelven al planeta al lenguaje de los bloques y las amenazas cruzadas.

Putin, sonriente, declaró:

“Todo avanza según lo previsto.”
Una frase inquietante si se lee en clave geopolítica.


Europa, el testigo incómodo

Mientras tanto, en Europa, la noticia cayó como un jarro de agua fría.
Los gobiernos de Alemania y Francia han reiterado su compromiso con la “contención nuclear” y han pedido evitar cualquier escalada armamentística.
Pero la realidad es que Europa se encuentra atrapada entre dos fuegos:
la presión de Washington para reforzar la OTAN y la amenaza cada vez más abierta de Moscú.

El recuerdo de los años 80 —cuando los misiles soviéticos apuntaban directamente a las capitales europeas— vuelve a sobrevolar los despachos de Bruselas.


Una demostración de fuerza o una señal de debilidad

Paradójicamente, muchos analistas creen que este tipo de movimientos no demuestran fortaleza, sino vulnerabilidad.
Un Putin seguro de su victoria en Ucrania no necesitaría enviar mensajes tan espectaculares.
Pero al enfrentarse a una guerra larga, sanciones asfixiantes y una economía cada vez más cerrada, la retórica nuclear vuelve a ser su carta más efectiva para mantener relevancia.

El Burevestnik, por tanto, no es solo un misil:
es una herramienta de propaganda, una forma de decir “seguimos aquí” cuando la guerra y la diplomacia ya no ofrecen resultados.


El regreso del miedo atómico

Casi medio siglo después del fin de la Guerra Fría, el fantasma nuclear vuelve a sobrevolar el planeta.
Rusia se aferra a su arsenal como símbolo de grandeza, y Occidente responde con cautela, intentando evitar una escalada que nadie puede ganar.

El lanzamiento del Burevestnik marca un punto de inflexión simbólico: ya no se trata solo de Ucrania, sino del equilibrio global.
Y si algo nos enseña la historia, es que cada vez que alguien vuelve a jugar con fuego nuclear… el mundo entero acaba tosiendo el humo.

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